Ayer fue domingo. Cuando quise despertar a mi novia me dijo “son las 9, dejame dormir”. Pero la noche anterior se había agregado una hora por el verano y su reloj no se había actualizado. Eran las 10.
Una amiga suya estaba de visita. El plan era ir a un mercado de antigüedades cerca de casa, recorrer el Barbican y a la noche ver a The Mone, una banda francesa emo-post-punk que tocaba el sótano de un bar.
Preparé unos huevos y salimos.
Caminamos unas cuadras hasta el mercado de Brick Lane. Solo abre los domingos y se llena de gente que viene desde el mercado de flores cargando plantas y ramos enormes. Venden ropa vintage, muebles antiguos, cámaras de fotos. Hay un señor con galera que vende joyas extrañas y está siempre escuchando boleros aunque no habla español; se llama Roo.
Después de almorzar unos bagels en la plaza salimos hacia el Barbican.
El Barbican es un complejo de edificios brutalista. Dicho así no suena muy interesante, pero es uno de mis lugares preferidos en Londres. Es una ciudad adentro de una ciudad.
A la vista es un gigante de hormigón. Algunos lo consideran una obra maestra y otros un monstruo de cemento. Es como el roquefort: lo amás o lo odiás.
Durante la Segunda Guerra, esa zona fue arrasada por bombardeos. En los años 50 decidieron reconstruir el lugar pero en vez de volver a sus orígenes medievales, decidieron modernizarse.
Pero este lugar no solo es interesante por lo estético. Lo que más llama la atención es su visión utópica de una comunidad autosuficiente. El plan original incluía viviendas, espacios culturales, comercios, oficinas y pasarelas elevadas para que los peatones no tuvieran que cruzar calles con coches. La idea era que los residentes no tuvieran necesidad de salir de ahí.
Hoy esto no suena tan desconocido. Cualquier torre en CABA tiene más o menos estas ammenities, ni hablar de los barrios cerrados. Pero esto tiene 70 años y todas las paredes exteriores son de hormigón picado a mano, no es lo mismo.
Pero el proyecto fue demasiado ambicioso. Los costos se dispararon y buena parte del plano se tuvo que eliminar. Quedaron sin construir dos torres de 43 pisos, varios bloques de oficinas y comercios y un lago artificial. Además, solo se construyó una décima parte de las pasarelas para peatones. El plan cambió.
Aún así, hoy son residencias de lujo. Aunque se había pensado como un espacio para la clase media, hoy son los departamentos más caros de la ciudad (para que se den una idea, un monoambiente cuesta 1500 libras por mes).
Además, su estética medio distópica lo convirtió en un set de filmación codiciado. Filmaron varias películas, Killing Eve y los videos de As It Was de Harry Styles y Blow Your Mind de Dua Lipa.
Esa tarde nos perdimos varias veces. Está lleno de pasillos, pasadizos, puertas de vidrio, salones aislados (como la sala de rezos múltiples para quienes necesiten rezar durante el día) y pasarelas que quedaron sin conectar.
Mi parte preferida es la biblioteca. Aunque siempre está llena de gente, todos obedecemos ese pacto tácito de no hacer ningún ruido y evitar a toda costa el contacto visual. Además, el internet es pésimo entonces me distraigo menos.
Nos volvimos a perder buscando un baño pero encontramos la pasarela que conecta las dos torres principales. Nunca había subido ahí, pensaba que era de esos espacios reservados para los residentes. Descubrimos que desde ahí se sacan las mejores fotos.
Dimos vueltas por todo el complejo. Se nos pasaron las horas caminando entre las fuentes, mirando los jardines desde las terrazas elevadas y señalando las torres desde lejos fantaseando en cuál departamento nos gustaría vivir.
Cuando nos cansamos de caminar compramos un café. Lo pedimos para llevar y nos sentamos al sol para ver nadar a los patos. Estaba lleno de gente haciendo lo mismo que nosotras.
Les conté del día que había llevado a mis papás. Mi papá es arquitecto y mi mamá diseñadora de interiores. Papá le sacaba fotos a la textura del hormigón y mamá a las lámparas. Ya pasó casi un año.
Cada vez que voy al Barbican me acuerdo de Mariana, mi amiga la brasilera, mi más amiga en Londres. Vinimos con la misma beca, cursamos en la misma universidad, vivíamos casi en el mismo barrio. Tenía un balcón donde fumábamos y tomábamos cerveza. Ya no fumo más y apenas tomo. Le gustaba organizar cenas en la casa, juntar a amigos que no se conocían, cocinarnos risotto. Algunas tardes veníamos a estudiar a la biblioteca y otras noches íbamos a algún boliche hasta que nos pedían que nos vayamos porque ya era tarde. Ahora vive en Barcelona.
Mientras escribía esto me puse a investigar el complejo en internet y encontré una entrevista a varios residentes donde muestran sus casas desde adentro. Uno es argentino, Patricio. En todas las fotos posa con un mate o esconde algún alfajor Havanna.
Aunque su plan original fracasó, el Barbican se llena de turistas todos los fines de semana y alquilar un departamento ahí es casi imposible. No solo por los precios, sino porque nadie se quiere ir de ahí.
Hoy tiene tres torres de viviendas, cine, una de las salas de conciertos más importantes de Londres, varios jardines y un lago artificial. Además tiene un invernadero con plantas tropicales y peces exóticos que es tan solicitado que las entradas siempre están agotadas, todavía no pude ir. También tiene su propia tienda de regalos. Adiviná si tengo un poster del Barbican en mi living.
Cuando bajó el sol nos pareció que ya habíamos recorrido lo suficiente. Mientras nos poníamos las camperas y recogíamos las tazas de café vacías, miramos el celular: eran las siete, el recital ya había empezado. Nos habíamos olvidado de actualizar los relojes con la hora de verano.
Pero mi novia se cruzó su bolso muy tranquila y dijo no “pasa nada, a veces los planes cambian y está bien”.
you’re very special. and i’m very happy to see you following your heart. me saco lagrimas este post. love you bb!
Me encantó tu paseo por el lugar. Se te nota la mirada heredada de arquitecto + decoradora. Lo que me gusta de vos es que nunca dejaste de ser argentina.