VideoClub: Past Lives(2023) - Cómo la monogamia te puede romper el corazón
Y varias cosas más
Este texto forma parte de la primera edición del VideoClub, una actividad de ClubStack.
Elegimos una película y escribimos. En esta edición vimos Past Lives (2023).
Participaron:
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Primero una introducción
Con Augusto se nos ocurrió armar un VideoClub por Substack. A pesar de no conocernos, resultamos ser dos personas bastante resolutivas: en un par de días teníamos un grupo de whatsapp.
La idea es sencilla: un grupo para escribir sobre películas. Votamos y elegimos Past Lives. La consigna es libre, simplemente verla y usarla de disparador. Podés decir que te gustó, qué te pareció una porquería, que te reíste en una escena o que tuviste que pausarla porque te tocaron el timbre.
Cuando salió elegida Past Lives me puse contenta porque ya la había visto. Así que yo voy a escribir sobre eso, sobre la importancia de ver películas varias veces.
Sobre ver las películas varias veces
Soy fiel creyente de que las películas buenas hay que repetirlas.
Si logró hacerte reír o llorar o hacerte una pregunta nueva, logró su objetivo. A quién se le ocurrió que hay que verlas una sola vez, con lo que cuesta hacer una buena película y lo poco que abundan.
“No, veamos otra que esa ya la ví”. Como si verla una sola vez alcanzara. Ver una película que te gustó solo una vez es un desperdicio. Son dos horas donde cada minuto está planificado, cada palabra y cada gesto pensado con cuidado. Sería una falta de respeto no volverla a ver.
Creo que tener tantas películas a nuestras disposición nos mal acostumbró. Tanto Netflix, tanto Amazon Prime, tanto Apple, ya perdí la cuenta. Hoy el cine parece descartable. Si no nos atrapa en los primeros 10 minutos buscamos otra cosa. Las vemos una sola vez y la terminamos si es que nuestra ventana atencional nos lo permite. Hay cada vez más series con capítulos cortos así no nos aburrimos.
Me gustaría saber por qué nos pasa eso con el cine y no con la música por ejemplo. O tu canción preferida no la volviste a escuchar?
Di de baja todo (menos Mubi).
Sobre el acto de ir al cine
Antes ver una película era todo un evento. Había que vestirse, salir de casa, comprar la entrada en la boletería.
Hace unos días vi la entrevista de Leila Guerriero con Rebord. En esa conversación que dura casi dos horas cuenta que cada tanto se encerraba todo el sábado en el cine. Necesitaba descansar de la vida social ajetreada de la ciudad. Entonces, con su descuento de estudiantes se compraba varios tickets y veía todo lo que estaba en la cartelera.
Mi papá me cuenta siempre una historia parecida. Iba al Cine Bristol sobre la Avenida Santa Fé y compraba un pase para el día entero. En los recreos entre películas pasaba un señor con una bandeja llena de caramelos y turrones. Él se compraba un chicle Bazooka gigante. Todavía no se había inventado el chicle de ahora que le dura un rato largo el sabor. Antes era un rectángulo de casi 15 centímetros troquelado en pequeños cuadraditos. Me lo imagino como una barra de chocolate pero de goma fucsia. Terminaba la película con la boca llena de chicle y la mandíbula acalambrada.
Lo llamé el otro día para corroborar esta anécdota. Me escuchó mientras yo romantizaba el pasado y le decía “antes la gente tenía el tiempo de pasarse todo el día en el cine, ahora no podemos aguantar ni 20 minutos sin scrollear”. Pero me dijo “María, vos pensá que si tenías suerte en tu casa tenías cuatro canales y estaban en blanco y negro. Ni siquiera existía el control remoto, había que pararse del sillón para cambiar de canal. No existía ver televisión desde la cama. Y mejor que no haya viento porque si se movía la antena perdías la señal.” Después agregó: “eran otras épocas, adentro del cine se podía fumar.” Esto fue en los años 60. Ahora el Cine Bristol es un banco.
Leila cuenta que una de esas tardes de cine vio Drácula, la de Coppola del ‘92 con una Winona hermosísima. Explica que le gustó tanto que cuando salió de la sala sacó otro ticket, dió la vuelta y volvió a entrar a verla. Ese día la vió cuatro veces seguidas.
El entrevistador se queda asombrado, casi incrédulo por esa obsesión draculiana. Ella explica que necesitaba repetir la escena donde el conde se descubre el pecho, se hace un corte y Winona se acerca a beber de su sangre. Pero él la detiene, la aparta justo a tiempo para salvarla de la perdición.
Leila perdió la cuenta de cuántas veces vió Drácula. Dijo que “Cuando algo me produce ese tipo de emoción la dejo en una especie de caja de herramientas. Cuando no se que escribir vuelvo a eso para que me de nafta.”
Algo así me pasa con Past Lives. Cada vez que necesito sentir algo nuevo o algo viejo, una patada al pecho, un poco de nostalgia, una dosis de motivación o quiero algunos recordatorios, voy a mi caja de herramientas y la encuentro ahí.
La primera vez que vi Past Lives fue en el cine (y sola)
Past Lives se estrenó en cines en septiembre de 2023, en el mismo mes en el que yo llegué a Londres.
No la quería ver. Había visto trailers, tiktoks, todo el mundo diciendo que era una película espectacular, que había que ir a verla. Pero yo estaba recién llegada. Estaba delicada anímicamente digamos, inestable por lo menos, muy sensible, vulnerable. Estaba perdida en la ciudad todavía, no entendía ni mi propio barrio. Sabía que era una película triste y había decidido evitarla, cuidarme un poco.
Estaba recién mudada a mi departamento. Faltaba casi un mes todavía para que mi novia llegue al país. El departamento me quedaba grande. Estaba vacío, muy vacío, apenas tenía algunos muebles. No tenía mesa entonces comía haciendo un picnic sobre la alfombra del living. Además, me había equivocado en el tamaño de las sábanas entonces dormía sin el duvet. Mi propio desorden no me parecía suficiente, necesitaba ropa tirada de alguien más. Si hubiera tenido medio metro más hacía eco. Todavía era un departamento sin recuerdos, parecía una caja de zapatos pero sin los zapatos.
El clima se estaba empezando a complicar. Los días se acortaban, las horas de luz se pasaban volando. No me alcanzaba la ropa para abrigarme. Me empezaba a aburrir o a sentir sola, no entendía bien. (No es medio lo mismo?)
Hacía mucho no iba al cine. Una noche, yendo al supermercado a comprarme una de esas comidas para recalentar me di cuenta que tenía un cine a dos cuadras de la caja de zapatos. Unas letras gigantes en rojo decían RICH MIX.

A la mañana siguiente saqué una entrada mientras estaba en clase, ya no quería prestar más atención. Me cansaba escuchar a esa señora que hablaba tan rápido que apenas se entendía a ella misma. No podías levantar la mano porque le hacías perder el ritmo vertiginoso de sus pensamientos y te ponía mala cara. Se llamaba Anna, era de esas académicas consagradas que escribieron tanto sobre el tema que terminan siempre citándose a sí mismas. Era una eminencia, de esas que lees en los papers, pero cuando la tenés adelante dos horas seguidas solo pensás que al final no sería tan mala idea ir al cine a ver la película que estabas evitando.
Pagué 8 pounds; yo también usé mi descuento de estudiante. Cuando terminó la clase me tomé el subte rumbo a ese departamento que todavía no podía llamarse casa. La función era a las 7, así que salí de casa a las 6:50 con unos Skittles en la cartera. Creo que tardé más en bajar las escaleras y esperar al semáforo que en caminar las dos cuadras que me separaban del cine.
Cuando llegué se abrieron las puertas de vidrio adelante mío. El lugar era mucho más grande de lo que había pensado y estaba vacío. Había un mostrador pero nadie que lo atendiera. No me recibía nadie, no había boletería.
Bajé la mirada y me di cuenta que en el suelo había una línea roja. En el medio, pintado con un trazo ancho decía: “For the cinema, follow the red line.” Así que empecé a caminar.
El camino me llevó a cruzar otras puertas automáticas. Cuando las atravesé, vi que la línea roja se extendía hacia arriba sobre unos escalones. Llegué al primer piso y empecé a escuchar un murmullo, me estaba acercando a la civilización. Una cortina de terciopelo violeta oscuro cubría una abertura.
Entré a la antesala del cine y vi que estaba llena de gente de todas las edades. Sonaba una música setetentosa que no podía identificar por el bullicio que había. El lugar estaba mal iluminado, entraba poca luz de la calle y había algunas lámparas distribuidas sobre mesas bajas.
Vi varios sillones de cuero marrón con gente apretada riendo a carcajadas. En frente, una ventana larga que daba a la avenida Bethnal Green. Vendían pochoclos de varios sabores: dulces, salados, de queso y picantes.
Traté de fingir mi sorpresa y no tener tanta cara de turista. Sentía que todos estaban vestidos mejor que yo, que mi campera desgastada me dejaba en evidencia, que tenían un cartel en la espalda que decía “recién llegué a la ciudad”. Volví a mirar al suelo y caminé con mi línea roja que me guío a atravesar ese salón.
Me llevó a un pasillo donde se distribuían las salas. Me detuve en frente de la Sala 3. Un cartel en letras iluminadas decía: Screening Tonight: Past Lives 19:00.
La primera impresión
En Rich Mix vi Past Lives por primera vez.
Esa noche escribí una nota en el celular. Anoté una frase que dijo la mamá de Nora antes de dejar Corea. Una amiga curiosa no entendía por qué dejaba todo lo conocido si ahí tenía su familia, su trabajo, si les iba bien, si lo tenían todo.
Es difícil explicar en una conversación casual de la plaza por qué te vas. Es difícil resumir qué buscas del otro lado. No te da muchas ganas de contarle tus proyectos, tus expectativas, tus sueños a alguien que no te conoce tanto o que sabes que no lo va a entender. Pero la mamá de Nora lo resume bien, dice que “Cuando dejás algo atrás también ganás algo”.
Lloré mucho esa noche en el cine. Ya ni me acuerdo de todas las escenas que me hicieron llorar. Si alguien giraba la cabeza para verme era una escena medio patética, pero seguro los demás estaban demasiado ocupados con sus propios llantos. Lloré por todo. Lloré por estar lejos de mi casa, de mi idioma, de mis papás, de mis amigas. Lloré porque me daba miedo alejarme de las personas que quería. Lloré porque todo era confuso, porque no sabía bien qué quería. Lloré porque estaba tan desorientada en ese cine que necesitaba que una lína en el piso me guíe.
Lloré por lo que se venía y por lo que dejaba. Me quedé en la butaca mientras pasaban los títulos. Me dieron ganas de que la rebobinen y le pongan play otra vez.
Volví a ver la película
La segunda vez que la vi fue en casa con mi novia.
Esta vez solo lloré al final. Traté de contener las lágrimas, de secarlas con algún gesto casual pero fue inútil, siempre se da cuenta. Nos reímos de mi acting.
Ella es una persona mucho más racional que yo, no llora en las películas. Tiene una mirada más lógica y estaba atenta a detalles que yo no había visto. Por ejemplo, vio el póster de Céline y Julie van en barco que tenían en la casa de Corea.
Cuando terminó la película nos quedamos charlando mientras nos lavábamos los dientes. Coincidimos en que la primera escena era la mejor, esa que cobraba sentido solo al final. Nos gustó la fotografía, los colores y el elenco, les creímos todo.
Yo había visto un video sobre “Cómo la monogamia te puede romper el corazón”. Coincidimos en que la película tiene algunos guiños a las relaciones abiertas y Arthur nos pareció un personaje casi heróico. Sabe que tiene una posible competencia pero no intenta controlar a Nora, confía en que va a saber navegar su matrimonio. Le da el lugar para explorar lo que le pasa y que viva esa experiencia para tener el cierre que necesita. Ella puede hablar con él porque no la juzga, no se defiende. Nora le puede admitir que tenía razón: “vino a verme”.
Past Lives en conversación
Mi papá también la vio. Siempre que vemos alguna película digna de conversarla nos llamamos por teléfono.
Pero él tiene otra forma de ver películas. Papá investiga. Me manda noticias, alguna entrevista, ahora descubrió tik tok. Así nos enteramos de varios datos interesantes.
Por ejemplo, llegamos a una entrevista donde Celine Song cuenta que la escena inicial en el bar está basada en una experiencia real. Parece que una noche también se encontró traduciendo entre su esposo estadounidense y un amigo de la infancia coreano.
Además, la directora cuenta que no dejó que los actores de Hae Sung y Arthur se conocieran antes de grabar. Es decir, no permitió que ensayen en el mismo lugar en ningún momento, hasta en zoom les bloquearon las cámaras. Se conocieron filmando. Esa timidez e incomodidad que vemos cuando Arthur y Hae Sung se conocen es genuina.
Otro recurso extraño al que apeló la directora fue prohibir el contacto físico entre Nora y Hae Sung antes de grabar. Esto fue así para que la escena donde se reencuentran con un abrazo después de 24 años sea también la primera escena donde los actores se tocan por primera vez.
Pero cuando le pregunté a papá de qué se trataba la película para él, vi que tenía una interpretación muy diferente a la mía. Me explicó que veía a una persona tratando de recuperar un amor cuando ya era tarde. En su opinión, habla de una persona solitaria que quedó congelada en un romance de la infancia y que se da cuenta que esa niña que él tenía en la memoria no existe más, hasta se cambió el nombre.
La volví a ver varias veces más. Cuando la elegimos para el VideoClub le puse play un domingo a la mañana. Ya casi no lloro.
Esta vez presté atención a otras cosas. Quería encontrar lo que no había visto antes, como el poster que mi novia vio en el fondo. Esta vez vi muchas ventanas. No creo que sea aleatorio el uso de ventanas abiertas, como en la casa de Corea o en la casa del retiro de escritores donde todo estaba abierto de par en par. En cambio, usan ventanas cerradas en escenas donde la atmósfera está más tensa, como cuando Hae Sung está en su hotel o cuando conoce el departamento de Nora.
El sábado tuve una cena de cumpleaños. Fue una cena hermosa, podría hacer un texto entero hablando de la comida que nos preparó Elisa: el guiso meloso con la receta de su mamá, el jamón que trajo de España, la salsa de tomate que tiene su abuela siempre en la heladera, la torta de cumpleaños de merengue y mango. Pero no me quiero ir por las ramas.
La cuestión es que me senté rodeada de gente que no conocía y después de un poco de vino no pusimos a hablar de Substack, varios escriben. Mencioné el VideoClub, conté que estaba escribiendo sobre Past Lives y que mi texto venía bastante demorado, para variar.
Pregunté qué opinaban de la película y todxs asentimos al son de “muy buena, excelente”. Le pregunté a la chica que tenía adelante mío de qué se trataba para ella y me dijo “De la amistad”.
Me quedé muda. “De la amistad” hubiera sido mi última respuesta.
De emigrar, de los amores inconclusos, de la no monogamia, de las elecciones dificiles, de la gente sola, de cualquier otra cosa pero no se me había ocurrido decir así, la amistad. Y tiene razón, trata de todo, también de la amistad.
El trabajo de Celine Song me parece tan repetible porque tiene tantas interpretaciones como veces que la veamos o cuantas personas la vean. Eso va a quedar demostrado en el Videoclub: todxs vamos a escribir sobre algo diferente.
Si la viste, contame en los comentarios de qué se trata para vos. También podés compartir otros datos curiosos y/o objetos raros que hayas encontrado en el fondo.
Las inscripciones para el VideoClub siguen abiertas (es gratis, obvio). Si querés escribir en conjunto sobre la próxima película, mandame un mensaje y sumate a la próxima edición.
Como siempre, gracias por leer :)
Un abrazo virtual,
María.
PD: Esta foto la saqué esta mañana. Rich Mix es ahora mi cine de cabecera.
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Condenada Maria! (Léase con acento mexicano) Haces lo que quieres con nosotros! Nos pasas de un sitio a otro y de una anécdota a otra cómo te da la gana y te leemos hasta el final porque nos enganchas. Muchas gracias porque te sigo en cada palabra con un interés y fluidez atrapa res. Gracias! Y bueno, pues lloré en tercera dimensión contigo en el cine por todas las razones de alguien que se muda. Un abrazo!
Muyyyyy buena